El reacondicionado no es solo una tendencia ecológica: es parte de un nuevo modelo económico que busca reducir el desperdicio y aprovechar los recursos al máximo. En la actualidad, solo el 7.2% de la economía global es circular, es decir, menos del 10% de los materiales del mundo se reutilizan.
El resto —metales, plásticos, agua, energía— termina desperdiciado. Y en el caso de la electrónica, ese impacto es enorme: fabricar un solo teléfono requiere aproximadamente 12 litros de agua limpia y deja una huella de carbono que equivale al 80% del total que generará el dispositivo en toda su vida útil.
Reacondicionar, en cambio, multiplica el valor de cada teléfono fabricado. No solo se reduce la presión sobre los recursos naturales, también se crea empleo técnico especializado y se abren nuevas líneas de negocio: diagnóstico, logística inversa, venta, soporte y reacondicionamiento.
Entre 2018 y 2023, las inversiones globales en economía circular crecieron un 87%, alcanzando 164,000 millones de dólares, según Circle Economy y KPMG. Sin embargo, solo el 4.7% de ese capital fue destinado a soluciones innovadoras como la reparación o el reacondicionamiento tecnológico: un campo con enorme potencial.
En América Latina, los márgenes de ganancia para empresas que reacondicionan pueden aumentar hasta 43% frente a quienes solo revenden equipos usados. Y en México, el mercado de reacondicionados podría superar los 15,000 millones de pesos en 2026, impulsado por consumidores jóvenes, políticas de sostenibilidad y el alto costo de los teléfonos nuevos.
Invertir en reacondicionar no solo genera rentabilidad, también refuerza la resiliencia económica y ambiental. Como señalan los expertos, “la economía circular no es solo sostenible: es financieramente sensata”.
En Reducto lo resumimos así: cada smartphone reacondicionado es una inversión en tecnología, ahorro y futuro.
Fuentes: